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recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

sábado, julio 30, 2005

Arena




Al arribar al lugar era casi el mediodía y el sol rajaba la tierra, el escaso viento que se percibía era caliente como el infierno… Apenas puse un pie en el suelo descubrí la gran cantidad de arena que lo cubría, alcé la vista y al final de la calle mucho más arriba de las edificaciones se erigía una gran montaña de arena. La imagen me pareció descomunal y en mi mente comenzó a excitarme la idea de montar sus laderas en una tabla.

Bajamos el equipaje de la camioneta y nos dirigimos hacia la habitación. El complejo era una construcción austera y muy radiante, por lo cual bajar las persianas hacía más tolerable la visión… Karen y Daniela dejaron sus cosas y se recostaron en las camas mientras yo observaba la gente que se agolpaba del otro lado de la calle en lo que parecía ser un teatro. Por un instante recordé las lejanas melodías orientales, luego las manos de Karen me hicieron reaccionar y abrí la puerta y crucé la calle en busca de una cerveza. El calor era lo suficientemente agobiante como para desalentar la empresa pero al recordar el nombre de un viejo amigo decidí entrar a lo que parecía ser el teatro y buscar algo para beber. No tardé en advertir que Daniela y Karen me habían seguido y me sonreían escabulléndose entre la gente. Subí al piso superior y tras un pasillo vidriado llegamos hasta la sala de conferencias donde se encontraban reunidos mi amigo Diego junto con unos ministros de algo y algunos de los realizadores. Saludé a la escasa asistencia y continué mi camino hacia otro sector más chill out… Nos quedamos abajo en el hall de entrada junto con la gente que esperaba las proyecciones. En el programa figuraban las bandas que tocaban esa tarde en el parador de la playa. Solo pensaba en cerveza ya para ese entonces, de tanto en tanto Karen me hacía algún comentario al oído o Daniela me echaba una mirada acompañada de un roce de cuerpos. Al fin Diego llegó para saludarme y conversar, estaba todo listo ya, era el momento…

-Hace media hora deseo tomar una cerveza…

Diego me hizo un gesto con la cabeza y lo seguí… Caminamos hacia la parte posterior de la sala mayor en donde había un cuarto con una heladera vieja, muy vieja… a su lado ronroneaba un congelador… la imagen era muy surrealista por momentos… El lugar estaba lleno de cajones de cervezas pero las botellas vacías… Al fin en la heladera encontré porrones… Entró al cuarto una de las secretarias de la organización justo cuando yo examinaba las opciones que me brindaba la heladera para beber… había importadas y nacionales, caseras, artesanales, anarquistas… Tomé la que más me apetecía en ese instante…

- Esas son para el gobernador…

No podía creer que esa yegua me estuviera diciendo eso, solo quería beber cerveza y allí estaba esta mujer intentando impedir saciar mi sed… le dediqué su buen tiempo a la mirada interpersonal y el silencio se apoderó del lugar transformándolo en desierto…

- El gobernador me chupa la pija…

Definitivamente la actitud era lo que importaba en tales casos y nada mejor que saborear la primer cerveza del día. La histérica se quedo rebotando su pie contra el suelo frenéticamente mientras me miraba con cara de culo durante la ingesta de la bebida y el consiguiente cigarro. La charla fue amena con Diego y Karen aportando en pos de una estadía placentera.
- Man! Tenés que ver la banda que toca hoy al cierre… después del campeonato de tablas tocan al pie del faro… se zarpan… son grosos…

Todo me parecía interesante y decidí seguir bebiendo… Para el cuarto pack sentía que era el momento justo para salir a mear y desviar el rumbo hacia la playa o en su defecto la cama del cuarto…

Quedé en encontrarme con Diego a la hora del campeonato y me marché sin antes detenerme en mi marcha y saludar con una fuerte respiración a la histérica que solo atinó a rozarme con su mejilla y devolverme el halo antes de que su respiración aumentara. Camino al baño me encontré con gente que saludaba a lo cual les respondía que luego de mear tomábamos alguna cerveza en algún otro lugar… Para cuando hube vaciado mi vejiga sentía tanto placer que solo un comentario vino a entorpecer mi momento de paz…

-Durante muchos años me imaginé que iba a aparecer el niño en la habitación… El reflejo de las sombras me hacían hasta desear que alguna vez realmente apareciera allí y se parara a los pies de la cama…

Mientras observaba el techo, ya que me encontraba con la cabeza tirada para atrás, pensaba en quién mierda sería el freak que tenía a mis espaldas… casi podía imaginármelo: anteojos de marco grueso, remera de Rob Zombie, pelo ensortijado… Me sacudí la verga y la guardé dentro del pantalón, al darme vuelta observé al dueño de tan insano comentario de baño y la verdad que solo por la remera, mucho no se parecía… Intenté ahorrar en comentarios mientras me lavaba las manos y observaba en el espejo la situación…

(-Por favor no me rompas mas las pelotas… quiero tomarme una cerveza, garchar e irme a la playa… Ese soy yo??? Caramba la última vez que me miré al espejo tenía un par de años menos… Bueno, donde mierda esta la playa?)

- si, ni dios ni estado…

Me retiré lo más velozmente que pude y atravesé el hall subiendo las escaleras. Al llegar a un recodo cercano a la escalera observé un pasillo y al lado de la planta a la histérica de antes observándome y escabulléndose por el pasillo. Decidí seguirla, solo por deporte… Al llegar al final dobló a la derecha y cuando estuve en la puerta pude observarla sentada sobre el mármol de una mesada con su rodillas juntas por un instante hasta que las separó y avancé. Deberían faltar unas tres horas para la competencia y afuera el sol rajaba la tierra y el calor mojaba nuestros cuerpos.

Al regresar al cuarto de la cerveza no encontré ni cerveza ni a las chicas. Encaminé hacia la calle y tras deambular un par de cuadras desiertas observé por entre las casas recortando el horizonte, el mar. Caminé atraído casi hipnotizado por el azul de las aguas deseoso de nadar en sus aguas. Y caminé y cuanto más cerca más lejos parecía encontrarme y apremiaba la necesidad del contacto con el agua, entonces comencé a correr hacia el agua… Nada me importaba más en ese momento que zambullirme en el mar… recordar las quemazones de los días en el mar, el cuero curtido por el sol, los secretos contados, la tibieza de sus aguas, el misterio de sus profundidades, la vida en estado puro… Nunca podré determinar en que punto pasé al estado líquido, tal vez pasaron muchos años, lo cierto es que nadé y reposé en sus aguas durante u n tiempo incalculable. Me desperté con el roce de la mano de Karen sonriéndome y celebrando volverme a encontrar. Salí todo viejito de las aguas y caminamos hasta una frutería donde compre unas frutas para purificarme. Al llegar a las inmediaciones del complejo, frente al teatro descubrimos a Daniela Sentada en un escalón de la entrada, nos vio y rumbeó hacia la habitación… Una vez dentro bebimos un buen jugo natural y luego fumamos un poco intercambiando nuestras sensaciones del viaje… Karen quería sexo y yo estaba muy predispuesto al intercambio, zambulléndonos en un húmedo encuentro, laxo y desprejuiciado. Lamí cada rincón de su cuerpo sudoroso, el mar, la sal, el calor… por momentos mi mente se dormía y podía desconectar cada nervio de mi cuerpo de lo físico y conectarlo al flujo de energía… Entonces desperté y observé a Daniela desnuda tendida a nuestro lado y comencé a tocar sus tetas. Tenía ganas de penetrarla y sentirla y cuando logré hacerlo, mientras aún sentía la mano húmeda de Karen en mi espalda, se abrió la puerta y aparecieron algunas personas a perturbar nuestra intimidad. Uno era de la organización del campeonato, las demás eran promotoras de bebida energizante… Era la hora del desafío de la arena… No recordaba donde estaba la tabla pero de seguro con los bolsos… Nos subimos a un arenero con caños de escape metalizados con calcos del energizante y las 4 minitas en pelotas repartiendo latitas. El gordo ni se limitó a dar explicaciones, rumbeo con el cachirulo hacia la pista… Mientras me alejaba miré hacia atrás y vi a Daniela parada en la puerta…

Al llegar a la cima del médano observé que no era tan grande como lo había visto al llegar, entonces acaricié la superficie de la tabla y observé a la multitud de gente agolpándose cerca del escenario…

Uno a uno fueron sucediéndose los competidores, mientras esperaba mi turno compartí un fhumo con un australiano, el me contó la historia de su tatuaje, yo le mostré la virgen de los skaters tatuada en mi espalda… Luego de eso era el turno de mi descenso… Miré la posición del sol y la extensión del mar a lo lejos… Respiré profundamente y sentí el viento en mi pecho y avancé sobre el lomo del médano a montarlo sin prisa y con la naturalidad del reencuentro con la arena. La velocidad mezclada con la aspereza de la arena y el vértigo del descenso lleváronme al éxtasis absoluto bajo los rayos del sol y el griterío de la muchedumbre que esperaban ansiosos el salto finadle la llegada… Lo cual fue todo un éxito embocarle a la precaria rampa improvisada, pero el salto, el momento único de estar en el aire valió la pena todas las agonías de los últimos 3 años. Todo parecía ser el centro justo del equilibrio…

Arenicé perfectamente y a pocos metros del podio en el cual se agitaban los culos de las promotoras… El gordo me palmeo y me baboseó algo al oído… luego la vertiginosidad de las cosas me hizo comprender que por lo único que estaba era por esa sensación al cabalgar los médanos… Todo lo demás me parecía artificial y sin vida… Era hora de regresar a continuar mi encuentro con Daniela…

martes, julio 26, 2005

El crimen


para variar un poco...
funkangular



Desciendo en el ascensor hasta el subsuelo, luego camino hasta la puerta de salida subiendo unas escaleras. Abro la puerta y siento el frío de la calle, el mismo que recorre mi espalda, me detengo un momento, no pienso ya solo camino y me pierdo en la oscuridad de la noche.
Mientras miro por sobre el hombro del hombre sentado en la mesa de enfrente, otro hombre sentado detrás del primero me observa con grandes y desorbitados ojos. Todos dimos varias vueltas antes de decidirnos, cada cual ha escogido lo que ha podido. Hay hambre en el ambiente y la comida en mi bandeja se está terminando. Disfruto del último mordisco de mi empanada deseando comer al menos una más. El lugar está lleno de botellas que nunca caen, hacen equilibrio en las vigas de metal que sostienen el techo. Están vacías y sucias de polvo, allí las manos que limpian nunca llegan. La música trae recuerdos a mi mente y la cerveza se encarga de desdibujarlos, corazón y mente serenos.
Tanto alcohol ha desencajado mi mente y me deslizo entre las mesas del bar hacia la salida, la gente mira sin mirarme, pareciera que no me ven, tanto alcohol me ha vuelto invisible e insensible, ya no siento, ya no puedo sentirme como antes del crimen. Todo acto tiene sus consecuencias. Necesito irme lejos donde los perros no puedan encontrarme. No hay razones cuando la razón se ha perdido.
Ingreso a un bar, adentro Florencia me saluda entre un grupo de amigos de ella, festeja su cumpleaños, me acerco y la abrazo entre mis risas de borracho y mi crimen irrevocable. Hablamos al oído contándonos secretos a viva voz, la música es agradable y adecuada para hablar a los gritos rodeado de gente que grita tratando de comunicarse pese al potente sonido de las cajas. Miro a mi alrededor la atmósfera está rojiza, solo veo caras gesticulando, Florencia se apoya en mi hombro y me dice algo en voz baja, yo no la escucho solo observo la soledad del lugar. Veo donde no hay lo que hay y sin embargo no es. Las horas transcurren sin saber de ellas. No sé en qué momento despertaré a la realidad afrontando lo que no quiero.
Las primeras claridades del día iluminan mi caminar, abrigado y sediento intento no pensar ni recordar nada. No sé cómo se hace para volver, supongo que podré vivir con ello. Aunque solo sea eso.
Al llegar a la puerta del edificio dudo en ingresar, pero me decido y abro la puerta. El ascensor está detenido en el séptimo piso y el frío recorre mi espalda. Pulso el botón pero no responde. Subo por las escaleras. Cada paso resuena fríamente en la oscuridad pero avanzo sin miedo. Al llegar al séptimo observo la puerta B, camino hasta mi puerta e intento abrir, la llave se atasca, la puerta no se abre. Sospecho levemente la traición pero la mente es tan oscura y perversa. Cómo sobrevivir con un crimen en la conciencia? Estará el cadáver tendido en el suelo? Cuando se mata a los padres se llama parricidio, cuando se asesina a un hermano, fraticidio, cuando se mata a un vecino... cómo se llama? Habrá comenzado a descomponerse el cadáver. A esta altura solo recuerdo la discusión, el forcejeo con el arma y el disparo, luego el fuerte ruido y el golpe me desconcertaron. Lo demás son vómitos de recuerdo en mi mente, todo oscuro y enmarañado. Miro las llaves que tengo en mis manos y camino hacia la puerta, la B se hace inmensa e inalcanzable, alguna razón me impulsa hacia el lado contrario como inercia ante lo inevitable, del otro lado la verdad. Junto coraje y meto la llave en la cerradura. Abro la puerta y descubro la verdad, la más terrible de las verdades: el cuerpo yace sobre la alfombra, la sangre coagulada, el frío de la muerte...Ahora todo es tan claro... Es mi cuerpo convertido en cadáver, inevitablemente ante una realidad aparte.

lunes, julio 18, 2005

Un viaje circular (parte II)

Luego de ser liberados en la frontera caminamos hasta una plaza, no teníamos dinero, nos lo habían incautado en el destacamento… Al pasar por la iglesia tomamos las monedas de la hermita del santo de las aguas, lo hicimos por necesidad y sin saber que las cámaras estratégicamente ubicadas nos observaban. Los policías de las inmediaciones se comunicaban por handy y nos miraban cruzar la calle hacia la universidad… alguien nos ordenó detenernos pero, por el contrario corrimos por la calle en diagonal a la puerta de acceso del edificio académico. Adentro nos perdimos entre la multitud de estudiantes que se alborotaba en el patio central en el bufet. En las aulas busqué el ciego rastro de Camila, pero fue en vano, me senté a descansar en un banco. Al rato de dormitar sentí que me despertaban, al levantar la vista pude observar a un grupo de compañeros de curso que comenzaron a explicarme la situación. Alguien me dijo:
- Camila está en el baño…

Me levante y salí rumbo a su encuentro pero al llegar estaba todo vacío… Los alumnos se preparaban para una marcha de repudio por las detenciones en la frontera, afuera los carros de asalto iban llegando junto con la montada y la guardia de infantería… Cerraron las puertas del edificio y se armaron barricadas, el ambiente estaba revuelto, adentro había gente que quería salir y no podían y forcejeaban en las puertas… Algunos lo lograron pero al llegar a la calle fueron detenidos y llevados en camiones… Los más radicales se reunieron en el centro de estudiantes y comenzaron a preparar la resistencia. Por los altavoces se ordenaba a la población estudiantil desalojar el edificio. Las puertas se trabaron y militantes de izquierda subieron con proyectiles al techo… La policía rodeó el lugar y pronto hubo helicópteros sobrevolando la zona y francotiradores apuntando sus miras laser a las ventanas… El miedo cundía por los pasillos, los gritos y las mediaciones de los cuadillos, las ordenes y las contraórdenes… De un momento a otro se desataría el caos, se podía sentir en la calma que reinaba el ambiente… Tensa calma que de un momento a otro sería cortada por una hoja filosa y dentada… Vencido el plazo la policía se dispuso a ingresar al establecimiento y al grito de “victoria o muerte” lanzaron molotovs desde el techo y comenzaron los gases y disparos… De un momento a otro el gas comenzó a invadir los pasillos y las aulas… el caos se abatió sobre la gente que corría de un lado a otro sin sentido… las puertas comenzaron a ser violentadas y la resistencia armó barricadas en todos los accesos con bancos y mesas y enarbolando banderas deliraban con su farsa de guerrilla… La guardia de infantería se abrió paso a tiro de plomo y las primeras bajas estremecieron los ojos ilusos de los jóvenes al ver la sangre correr, de sus propios compañeros… La violencia desmedida, la locura fanática, la ferocidad atroz de los ataques… Sangre, llantos, gritos, miedo… Me encontré subiendo las escaleras por donde perseguía en juego de celo a Camila y deseaba estar allí dentro de su cuerpo, sin disparos ni muerte a mi espalda… Subí hasta el final de la escalera y ahí como una aparición enferma de mi mente estaba ella… muerta de miedo, temblorosa y sensualmente ingenua… Solo atiné a abrazarla fuerte y luego tomando un banco a golpes limpios logré abrirnos paso ante la puerta que daba a la terraza. De allí solo nos quedó correr y trepar hasta el tanque de agua y zambullirnos en la oscuridad y la frialdad para salvar el pellejo… La oscuridad hacía más escalofriante la situación, los ruidos llegaban distorsionados y el frío y la humedad nos calaban los huesos… Nos quedamos callados y en silencio… Se escuchaban pasos y voces… gritos por doquier… muerte. Policías rondando a nuestro alrededor… Solo debíamos quedarnos quietos… No sé cuantas horas pasaron, pero lentamente la batalla desigual fue cediendo y las fuerzas estudiantiles masacradas. Algunos lograron escapar… otros se entregaron… la mayoría perecieron bajo las balas… A la noche luego de tensa espera salimos del tanque y bajamos sigilosamente las escaleras para salir por una ventana que daba a una calle lateral… Aún seguían sacando cadáveres de adentro y apagando focos de incendios… Los detenidos habían sido trasladados a cárceles y destacamentos cercanos. Al pasar por la esquina observamos atónitos el cadáver de un caballo degollado y el charco de sangre llegando hasta el otro lado de la vereda… Solo nos bastó apurar el paso, empapados y tiritando de frío y miedo. Llegar a la frontera era nuestra última salvación, ya estábamos cerca casi corríamos, hasta que una vos nos ordenó detenernos… y corrimos. Corrimos como nunca escapando del terror y la fuerza opresora… Mis pensamientos se enredaron en recuerdos cálidos, húmedos y placenteros que contrastaban contra la realidad impune de las balas… Los finales felices existen en la realidad? Pocos metros bastaban para cruzar la frontera, pocos pasos decididamente atolondrados, instintivos, deseosos de preservar la vida. Pueden haber sido minutos o siglos aquella carrera frenética, una cámara alcanza a captar el instante: una calle con autos pasando y gente caminando, entre ellos Camila y yo avanzando, un colectivo entra en cuadro y la imagen se congela y vuelve al color.

viernes, julio 08, 2005

Un viaje circular... (parte I)

La pantalla iluminada imagen tras imagen en medio de la oscuridad y el perfume del cuello… la película terminaba tal cual el comienzo: una calle cubana con autos pasando y gente caminando, de pronto un colectivo entra en cuadro y la imagen se detiene y vuelve al color. La sala se ilumina y tras un breve comentario del profesor, los alumnos se levantan y se van cada cual en su mundo y sus comentarios… Camila me mira y la observo, casi logro comprender la individualidad del ser… y de una vida. Me levanto y salimos caminando al pasillo, llegando a la escalera comienza a comentarme sobre un incidente, pero no le presto atención mantengo retenida la imagen final de la película: ese colectivo… Bajamos rápidamente las escaleras y salimos fuera de la mole de concreto, el día está nublado, o pareciera estarlo por el brillo de los colores de las cosas. Cruzamos la calle frente a colectivos y autos detenidos ante el caudal de gente huyendo como hormigas tan solo para encontrar un asiento o lugar… Los billetes salen de las billeteras… el boletero monótonamente corta el boleto, toma el billete y da el vuelto en monedas. Las colas se multiplican a lo largo de las veredas… Cola para comprar boleto, cola para subir al colectivo, cola para avanzar cuando el colectivo esta repleto… Camila toma mi mano y me acerca a ella, con la otra mano me toma los pelos de la nuca y me acerca hacia su boca: me dice un secreto susurrando en mi oreja. Un colectivo está por marcharse y la gente sigue subiendo apretada, sentada en los escalones, colgadas del pasamanos… Camila corre hacia el colectivo pero regresa y me da un beso, la tomo de la mano y me jala para subirnos al colectivo que intenta marcharse… Nos trepamos a la escalerilla de atrás, ella sube, yo aún corro tras el colectivo sin convicción pero con muchas ganas de hacerlo. Al fin me prendo a la escalerilla y comienzo a experimentar la inercia en mi estómago cuando el colectivo toma una curva tras la cual acelera ferozmente con gente que aun corre inútilemente a la distancia… Alzo mi mirada prendido férreamente a la escalerilla y veo a Camila sonriendo y tendiéndome la mano invitándome a subir… Enérgicamente trepo los escalones y me acomodo abrazando a Camila y trabando con mi pie en una barra de metal para no caerme. El viento revuela la boa violeta de Camila, ella me sonríe guareciéndose contra mi cuerpo. El colectivo toma por una avenida y acelera más aún, la gente que viaja con nosotros en el techo se ajusta los cierres de sus camperas y alguno se recuesta pegado al techo con ambos brazos extendidos aferradas sus manos a las barras de las cuales todos nos agarramos… un grupito en el medio se aferran a una soga y fuman en ronda. Camila descansa su cabeza contra mi cuello y me rodea con sus brazos… Miro hacia el horizonte y solo veo carteles a lo largo de una autopista, el sol poniéndose en el ocaso, el viento golpeando mi cara y un puente que se acerca vertiginosamente… Todos nos agachamos y nos acurrucamos contra el techo del colectivo… pasamos ilesos… ya tomando la curva parece increíble la sucesión de construcciones de un lado y del otros extendiéndose hacia el limitado horizonte recortado digitalmente tras el cual se pone el sol… La oscuridad nos abate y llegamos a la primera parada tras el cual se bajan unos cuantos...
- Lo bueno del techo es que podemos fumar… - me dice Camila antes de que el colectivo arranque nuevamente y tape su voz… como un pez muriendo fuera del agua…

Uno de los pibes de adelante me hace seña pidiendo fumo, entonces le extiendo mi mano, el toma el cigarro y con la otra mano levanta el pulgar… Camila sigue contándome esporádicos mordiscos a mi oreja... Es entonces cuando llegamos a la frontera y el colectivo comienza a disminuir la velocidad… Todos no recostamos contra el techo y nos quedamos callados… El colectivo se detiene y uno de los uniformados armados grita que nos bajemos… Empezamos a descender y nos colocamos con las manos apoyadas en el colectivo. Uno de los guardias sube e inspecciona el interior del rodado pidiendo documentos. Luego baja con algunas personas el colectivo se marcha, a nosotros nos dejan detenidos al costado de la autopista… Vemos como se aleja el colectivo y a 50mts se detiene en la siguiente parada y una multitud de personas se trepa al techo… La oscuridad se abate sobre la silueta del colectivo rumbo al ocaso… Nos revisan a todos y me piden documentos. Los busco infructuosamente y recuerdo haberlos olvidado en otro pantalón. Camila se abraza a mi mientras un guardia receloso acaricia su fusil mirando celosamente la escena… Regresa uno de los oficiales con los documentos y los reparte, a los que no les devuelve el documento se los llevan al destacamento. Se acerca a mi ordenándome que lo acompañe, le entrego mis llaves a Camila, ella me mira apenada mientras me alejo al destacamento flanqueado por los guardias y sus fusiles, con la angustia de la impotencia ante las armas… Queda parada alejada del grupo que ya comienza a caminar hasta la siguiente parada, con sus piernas temblorosas y su boa violeta al viento… Cierro los ojos y conservo esa imagen por unos instantes: su cuerpo arropado suavemente cálido… y me pierdo en recuerdos atemporales…

La clase está alborotada y el profesor vocifera las consignas del trabajo práctico que debemos entregar la clase siguiente, miro a mi alrededor buscando a Camila pero no la encuentro y salgo al pasillo. Se que en algún lado debe estar y camino intentando reconocerla tras las personas que pasan frente a mi. Hasta que la encuentro al otro lado del pasillo frente a las escaleras de emergencia… Me acerco a ella y cuando estoy ya casi tan cerca como para alcanzarla, desaparece escaleras arriba dando comienzo a una cacería muy vertiginosa y excitante. Escalón tras escalón la veo alejarse rápidamente y sonriendo… las inscripciones de las paredes parecen una sola, la oscuridad gana presencia a medida que subimos más alto, la mugre acumulada es inadvertida por nuestros pies que velozmente trepan hasta el último piso… La escalera termina
Y las puertas de la terraza están cerradas, Camila esta atrapada… Solo un foco de luz ilumina el lugar débilmente entre inscripciones y manchas pegajosas secas en el suelo, me acerco lentamente hasta su cuerpo, ella sigue retrocediendo hasta una pared en la que arrinconándola comienzo a besarla. Sus labios húmedos me reciben con placer y comienza a tocarme con sus estilizadas manos, busco su cuerpo bajo la ropa y huelo su olor a piel, abstraídos de la realidad, inmersos en nuestra realidad comienzo a penetrarla y no importa ni la clase, ni la mugre del hueco mas alto de la escalera, solo su cuerpo y el mío. Camila me susurra mordiscos a mi oreja y me pierdo eternamente en ella… Dos polillas se persiguen alrededor de la lámpara de luz, incansablemente se golpean contra los bordes de la tulipa, incansablemente nos golpeamos uno contra otro húmedos y pegoteados, no conformes de besos.
Es ella quien me alerta de volver a la clase, nos acomodamos y bajamos nuevamente a la clase. En el camino el hambre se hace presente y me desvío a comprar algo para comer. Camila se adelanta a la clase escurriéndose tras un fugaz y húmedo beso y una sonrisa que se prolonga en mi recuerdo a medida que nos alejamos…

Cuando llego al aula el profesor está dictando preguntas a responder sobre la película, pero Camila no esta y decido salir a buscarla. Tal vez las luces y el perfume a piel me llevan tras esa mujer encantadora…

continuará...

Tras las persianas

El silencio era inquietante, la calle estaba vacía, parecía que no había nadie en aquella parte de la ciudad. Un hombre camina con la certeza de que su destino está sellado, pero pese a saber el final, respira hondo y sale a la calle en busca de su última aventura.
La calle vacía como un cuadro desolador de algún pintor que olvidó dibujar un poco de movimiento, el hombre camina. La tarde se ha dormido sobre aquella parte de la ciudad, sino bien sobre la ciudad toda, va llegando a su destino que dista tan solo a una cuadra de donde salió. Cruza la calle, mira a ambos lados. Nada. Se detiene frente a una puerta de un almacén de barrio, observa si está abierto, prueba el picaporte que dócilmente cede y la puerta se abre. Entra, no hay nadie, al cabo de unos minutos aparece un viejo rengueando, lo mira con desconfianza (sabe quién es, qué quiere y qué le sucederá) busca en la heladera, saca un paquete lo envuelve en papel de diario, lo mira fijo a los ojos. Ninguno de los dos habla, afuera el silencio es la carne de la tarde, el viejo le entrega el paquete mientras lo mira y le dice:
- No vale la pena, no se arriesgue, si sale de acá está perdido.
- Ya es demasiado tarde para echarme atrás.
- Nunca es tarde para torcer el destino, sólo un necio saldría afuera sabiendo lo que le espera.
- Un necio o un valiente...
- La valentía no sirve de nada cuando el destino está echado, sólo usted puede cambiar su destino en este momento.
- Mi destino está allá afuera, gracias y buenas tardes...
- Quisiera poder desearle lo mismo...
El hombre sale a la calle, camina unos metros, en la casa de la esquina alguien baja la persiana. Continúa su camino. Aparece una camioneta de la policía con cuatro sombras dentro, avanza despacio. Alguien, ¿pero quién? Ha planeado todo, hasta el último detalle. Nadie sabe bien por qué, pero tampoco se lo preguntan, todos son tan cobardes, hipócritas y míseros ciudadanos asustados que no ven ni verán nada; casualmente dormían su siesta luego de almorzar en sus lindas casas con sus lindas familias que mantienen con sus lindos empleos en oficinas del estado. Todo tan coquetamente sucio. (Tan podrido tras aquellas fachadas bonitas y limpias, además de legales...) El hombre camina, no tiene miedo, en realidad no lo demuestra porque sabe que de esa forma pierde la última chance de salir con vida de aquella tarde pegajosa. Sonríe una de las sombras de la patrulla. La bala que privará del resto de su vida al hombre que camina, ya está lista para ser disparada. El hombre sigue caminando sin detener la marcha, sostiene el paquete en la mano, sabe que en cualquier momento sucederá... Piensa en su último orgasmo... Así como su última eyaculación, la bala sale disparada... Ha sido obediente... El cuerpo cae en el pavimento de la calle, lentamente se mancha de rojo. El hombre está con vida todavía, tiene los ojos abiertos, ve las nubes del cielo pasar dibujando formas extrañas y una sonrisa que pronto es borrada por la bala que lo remata en el suelo.
Camina el oficial hacia la camioneta donde lo esperan tres oficiales más de los cuales nadie se acordará, ni siquiera del rango... Amnesia temporal anidada en sus recuerdos. El hombre ya no está... La camioneta se va. Tal vez más tarde recojan el cadáver... La tarde sigue en silencio, la camioneta ya se aleja lentamente, ojos anónimos observan tras las persianas, nadie hará nada. Queda allí, dormido eternamente, el cuerpo del hombre, en la calle... Mientras ojos anónimos empiezan a olvidar lo sucedido aquella tarde...

otro texto de Tras los suelos de Unamora

Orugas sangrientas

Tan solo para exorcizar el temor que sentía en ese momento en que mi hogar ardía entre las llamas destruido por un misil sin rumbo, anclado en mi memoria, decidí subirme a ese camión desvencijado. De niño siempre me pregunté como sería la lucha y pronto aprendí que el instinto de supervivencia es una fuerza extraña proveniente de nuestras entrañas, cuando disparé al soldado que había violado y matado a mi madre. El odio que me invadió con mis escasos once años me marcaron y se confundieron con sensaciones extrañas que en ese entonces no podía entender.
La destruida ciudad de mi infancia ardía en mis pesadillas por las noches no pudiendo salvar a ningún ser querido, despertaba entonces empapado en sudor con un ardor en el cuerpo que parecía consumirme. La muerte había llegado hasta mí en situaciones extrañas para un niño, pero hacía tiempo que había acabado mi corta infancia. Armas y formas de matar inundaron mis días y mis noches, transformándome en un guerrero despiadado con el enemigo aunque nunca quise ser lo que soy. Los restos de una antigua ruta quedaban atrás con cada vuelta de las ruedas del camión, en pocas horas llegaríamos a un refugio. Debíamos llegar antes del anochecer para preparar un ataque a una oruga que avanzaba lenta y salvajemente a ciento cincuenta kilómetros al norte de nuestra posición. Marcos sostenía fuertemente el volante, Pedro y Jorge dormían atrás; Daniela comía un durazno medio podrido antes de arrebatarme el mapa que yo sostenía en mis manos.
- Dejá esa porquería, no te quemes más la cabeza Eduardo.
- Tenemos que juntar mucha gente para la emboscada.
Cuánta gente quedaba en las inmediaciones del refugio? Cuántos aceptarían luchar junto a nosotros? Las orugas venían desde el norte arrasando ciudades devastadas y pueblos diezmados por las plagas y enfermedades. La vida era tan solo un preámbulo de la muerte, cualquiera aceptaba empuñar un arma al menos para vivir unos instantes más antes de caer fulminado por las balas.
Al llegar al refugio nos organizamos con unas veinte personas de los alrededores, más los encargados permanentes del galpón, dirigidos por mi hermano Jesús, el Sanguinario. A la medianoche la gente fue arrimándose alentada por las botellas de ginebra que suministramos a la improvisada tropa para embriagar el espíritu y alejar el frío y el miedo. Antes del amanecer partimos al bajo de Meluncué a apostarnos para la emboscada. La oruga avanzaba pesadamente, las tropas enemigas venían cansadas de los últimos saqueos, esa era nuestra única posibilidad para frenarlos. En mi muñeca derecha una oruga carcomía mi carne, me la quité con un cuchillo y le eché un escupitajo de ginebra, luego la cubrí con una venda.
- Cómo va tu brazo? –Preguntó Daniela.
- Mejorando.
- Dejame que te cure?
Una bala había atravesado mi brazo y se me había infectado, luego mi carne comenzó a pudrirse y las orugas comenzaron a crecer. Daniela preparó un ungüento con hojas maceradas y lo aplicó sobre mi brazo putrefacto.
- Algún día escaparemos de esta pesadilla. – agregó besándome tiernamente, su mirada era profunda.
Con toda la tropa en posición el primer jeep de vanguardia ingresó al Bajo de Melincué y al cabo de unos minutos los camiones, anfibios, jeeps y tanques que componían el resto de la oruga. El viento azotaba fríamente el desierto, desde una meseta cercana acechábamos a nuestros enemigos. Cargamos nuestras armas y confirmamos las posiciones de nuestros morteros y artillería pesada, todo estaba siniestramente calmado. Los trofeos que exhibían nuestros enemigos colgados en los tanques y camiones: cráneos, huesos, banderas, estandartes y amuletos robados a sus víctimas en los sistemáticos saqueos alimentaron nuestro odio y ferocidad hacia ellos. El viento pareció silenciarse en el instante en que uno de los soldados enemigos se asomó por la escotilla de un tanque mirando con su polvoriento binocular, el frío caló los huesos de la tropa, un cohete lo despedazó antes de que pudiera dar aviso a su gente. Rápidamente la tropa se desplegó en un feroz ataque. Los emboscados se amotinaron en sus vehículos pero no podrían resistir demasiado tiempo y nuestra tropa carecía de reservas para un ataque prolongado. El sangriento combate duró más de lo esperado y las reservas se acabaron, a fuerza de puño logramos doblegar a una gran parte de la oruga, pronto las cabezas caerían, desde el centro del motín se alzó una bandera blanca, entonces gritamos victoriosos. Nos disponíamos a reducir a los vencidos cuando un avión rugió en el cielo abalanzándose sobre nosotros, dejando caer sus pesadas bombas atómicas, entonces solo pude nublar mi mente, olvidarme de Daniela y mi gente y correr a degollar a mis enemigos y descargar por última vez todo mi odio ante un hongo que se alzaba al cielo y del cuál ya formaba parte.

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El Cabral de Molina

El mito dice que en la batalla de San Lorenzo un tal Cabral dio su vida por la de San Martín... Y así el mito se enriqueció y creció desmesuradamente hasta que Mitre lo hizo prócer. Lo cuál no es una mentira. Doble negación.
Lo cierto es que el mismísimo Gaucho Molina, de profesión malevo, quién habiendo desertado de su condena en el Fuerte de Patagones y uniéndose a los indios para enfrentar al sistema, organizó secretamente la defensa del pueblo de Patagones. Con una veintena de malevos, paisanos, indios y un negro, Molina corrió al grueso del enemigo en la batalla del 7 de Marzo, en el cerro de la caballada. Condición: local. Un Fuerte con Puerto y Cabaret. La bienvenida fue hostil de ambas riveras mientras desde el fuerte sonaban los cañones. Un río sin puentes unido por pequeños botes uniendo ambas costas como dedos de una mano. La batería apostada en la zona de la baliza había sido derrotada.
Pablo y Johnny Jell se miran dentro de ese cuadro: Argentina 0 – Brasil 1... En el Monumental. La estocada se sintió. A su lado en la platea un hincha de San lorenzo (...) y otro de huracán (...) conversaban cuando sucedió el trágico gol. Ellos no atinaron a nada, fue un balde de agua fría en el hostil invierno porteño... Con la reanudación del partido un Funebrero y un Gallina Millonario tomaron posesión de los cuerpos que Pablo y Johnny habían abandonado. Comenzaron a alentar con cantos a la selección, fervorosamente, hasta que un plateísta les dijo:
- Vayan a la popular, acá visionamos el match.
- Voçé amargo?
- Yes...
Platea visitante.

La flota enemiga penetró por el Río Negro rumbo al puerto de Patagones esperando que la advertencia de los cañones hubiese bastado para lograr la rendición maragata. El puerto de Patagones era un punto estratégico dentro de la otra... la gran guerra... El espíritu guerrero de los hombres los hace guerrear con cierta frecuencia diaria.
Por tierra avanzaban tropas enemigas. En el pueblo se sabía de la guerra y la invasión. Días antes había arribado en barco desde Buenos Aires un joven que debía cumplir una condena en el Fuerte de Patagones. Una prostituta contó del joven: Están llegando.
Atravesar la pampa era trayecto de días, los barcos eran el lazo más fuerte de Patagones con el mundo.
En la zona de San Blas un padre y su hijo pescan parados en la playa, el joven ve los barcos en el momento en que pica un lenguado en su anzuelo. Comienza la lucha con el pez, mira hacia el mar, el barco ya no está...
El avión cruzó el cielo rugiendo sus turbinas una y otra vez sobre las moles de concreto que se erigían torpemente hacia el cielo. El sol del medio día iluminaba la escena: A LO LEJOS SE ESCUCHAN DISPAROS, LAS AVES DEL PANTANO GRAZNAN INQUIETAS, EL DÍA ES CÁLIDO, UN JOVEN RECOSTADO EN EL PASTO AL PIE DE LAS MOLES DE CONCRETO UN SÁBADO AL MEDIODÍA, TOMANDO MATE.
En el fuerte sabían de la invasión, entonces planearon: pelear un poquito y rendirse... (Plan A y plan B respectivamente). Y en el pueblo se desenfundaron armas y comenzó la organización para la defensa del pueblo de Patagones. Molina con los malevos más bravos de las zonas aledañas: mestizos, un negro, indios, gauchos cuatreros descarriados y malevos como él se apostaron ocultos tras el Cerro de la Caballada a esperar al enemigo. Las tropas rabiaban queriendo avanzar por la rivera norte del río, se oyó un disparo y cayó un enemigo. Entre los árboles el enemigo se refugió inmediatamente temiendo más bajas. Sonó otro disparo de entre los árboles y una réplica del enemigo quien avanzó tras un joven que empuñaba un pistolón en una mano y un sable en la otra y corría velozmente entre los árboles con los disparos enemigos a su espalda... La furia del enemigo cobró entusiasmo y una bala le dio en el hombro derecho, pero el joven llegó a un sendero donde montó rápidamente un caballo y huyó gritando... Un pequeño aguijón.
Los barcos se aproximaron al pueblo rumbo al puerto, los perros aullaron y gruñeron furiosos. Los cañones tronaron como la noche anterior...
En el cabaret próximo al puerto, se reunieron algunos personajes del lugar. Los cañones exigían la rendición, los perros aullaban. La Prostituta miró al Porteño, el Militar al Carnicero, el Pianista al Dueño del cabaret, el Pulpo a la Bailarina... Molina... En la habitación se oyen gemidos: Molina está montando a la Negra. Los perros continúan aullando bajo la luna con la amenaza de los cañones.
- Una ronda más de ginebra y ron, la casa invita!
La cofradía celebraba un candomblé frenético dentro del cabaret. El río murmuraba plácidamente sabiendo que los barcos avanzaban por sus aguas.
Las embarcaciones enemigas llegaron disparando sus cañones ante las hostilidades que presentaba el pueblo. Desde el fuerte no se hicieron esperar las réplicas. En el cerro de la Caballada Molina y sus hombres, riendas firmes, sables en mano, sorprendieron al enemigo y le presentaron dura pelea. Y en la feroz batalla desigual, el enemigo iba a dar muerte a Molina pero uno de sus malevos se interpuso y lo salvó... El Cabral del 7 de marzo, un ignoto gaucho malevo, compinche paria de Molina, un cabrero cabrón. Pero el cerro era de Molina y sus heroicos malevos.
Gol de Argentina! Estocada cortando el frío, las tribunas se levantan en un solo grito: GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! Argentina 1 – Brasil 1 ...
En las moles la jornada está tranquila bajo el sol radiante, se escucha el rechinar de algún banco en lo alto, resuenan disparos a lo lejos. Un barco se hunde otro es tomado. Las banderas enemigas caen. El espíritu guerrero de la humanidad bostezaba un laxo pito meando un mar de arena con un barco navegando eternamente. El Loco observaba atónito su creación tumbado al sol.
Pablo había visto muchas veces las banderas enemigas en la iglesia, y conocía la historia tanto como la de Zatti, la casa de los milicos donde torturaban, el local del MAS, el castillo Landalde o el Teatro del Puerto... El agua mojaba la planta de sus pies cuando se zambulló en una unión de sentidos excitados con el poderoso Río Negro. En el bar había rock, piedras corredoras patagónicas, Señor Uno tocaba Nación Evasora. Pablo brindó a la salud de aquella lejana epopeya maragata mientras sus pelos goteaban.
Los niños se alejaron charlando de la comida que habían conseguido, uno de ellos blandía un tubo fluorescente que arrojó contra el muro del malecón frente al pantano, detrás de las Moles de concreto, bajo los rugidos de los aviones... y estalló secamente. Los niños llevaban bidones con agua.. un agua que pesa su exclusión de este macabro sistema que tarde o temprano los fagocitará. Paradojas del siglo XXI. El Loco miró hacia el pantano, mientras pensaba esta teoría. Cabrón.
Dentro del bar al ritmo de la música Molina y la Negra se apoderaron de un par de cuerpos que habían sido abandonados momentáneamente en el alcohol por sus dueños; y se devoraron en un beso.
Pablo y Johnny Jell saltaron de alegría, se abrazaron y festejaron la concreción agónica del gol del triunfo. Argentina 2 – Brasil 1... La desmesura en el festejo molestó a un plateísta:
- No festejen putos que en el mundial nos hacen cagar...
Johnny Jell se volteó y le gruñó elásticamente:
- Quién sos? El hijo de Massera...
- No, su custodio.
- Entonces andate a la concha de la remil puta que parió al remil
hijo de puta de Massera. Te queda claro, no molestes. – luego se sacó los anteojos de sol y los guardó en el bolsillo de la chaqueta de cuero, le palmeó una mirada filosa propia de un cabrón enfurecido. Tras este incidente volvió la vista sobre la cancha y sonó el silbato final. Argentina había derrotado a Brasil. Al voltearse el plateísta ya no estaba, un aliento helado recorría su nuca. La alegría de la victoria era dos veces 3. Pablo y Johnny se sentaron a fumar cigarrillos negros, gozando la victoria. Los plateístas se retiraron rápidamente.
- Es muy loco que Molina haya sentido tras la victoria del 7 de
Marzo, lo mismo que sentimos ahora... – Murmulló Pablo a gritos con un tumulto frenético de fondo.
- Era cabrero Molina... – Respondió Johnny calando su cigarrillo.
- Y en algún momento alguien torció el destino y condenó al
anonimato al pueblo de Patagones y a Viedma dos veces bajo las aguas. Y a Molina a una muerte, traición de Rosas luego de luchar cabrera y mercenariamente para él.
- Pero hay gente muy poderosa allá... – Sentenció Johnny tras sus
gafas de sol mientras las luces del estadio comenzaban a apagarse.
Pablo observó en césped vacío... era como aquella séptima torta de cumpleaños, pero no se comía... era real. Luego declaró:
- Y estamos carburando.


otro cuento extraído de EL LIBRO NEGRO...

Lenguas de llamas

Nuevamente Ariel se encontró regresando del desierto sin saber muy bien por qué lo hacía, en las periferias de la ciudad del desierto una casa ardía envuelta en llamas, las lenguas de fuego ascendían con el humo como exequias vengativas entre los disparos y los gritos. Ajuste de cuentas, homicidio, muerte llega. Nada, absolutamente nada devuelve una vida, ni la más buena, ni la más perversa. La ciudad del desierto de ésta manera retornaba al cosmos, sin embargo la némesis no regresaba el status quo. Atravesando el horrendo cuadro Ariel se dirigió hasta las puertas de un bar en una esquina vieja y gastada. Adentro los ojos desorbitados del psicópata lo interpelaron: Hoy estamos... mañana no sé... lo que sí sé es que yo voy a estar... no sé ustedes... pero yo voy a estar! Bebió su ginebra y rabió. Atrás de la barra el Alquimista servía tragos de ginebra al psicópata, uno detrás de otro; un parroquiano dormía sobre la barra y Lupe parecía masturbarse detrás de un pinball... hasta que emergió desde abajo la Rabiosa, la mujer más ardiente y explosiva del desierto. Se acercó hasta Ariel y le mordió la oreja, en ese momento el psicópata sugirió dar un paseo en auto, por supuesto que las sugerencias del psicópata no se hacían esperar, eran órdenes directas. Los cinco enfermos cerraron el bar con el parroquiano dormido dentro y se subieron a un chevy rabiando su locura. El psicópata al volante no respetaba ninguna indicación vial ni sentido, todo se hacía tal cual él lo dictaba. Lupe rabiaba golpeando el tablero y Ariel, en el asiento trasero entre el Alquimista y la Rabiosa que le mordía el cuello insistentemente. El chevy cruzó toda la extensión de la calle comercial de la ciudad del desierto en contra mano, dos calles más abajo un patrullero avanzaba lentamente con las luces encendidas. Oscuridad, silencio, anonimato. El chevy volvió a cruzar velozmente la calle comercial, esta vez en el sentido indicado, el patrullero continuó su apacible viaje sin advertir siquiera a los cinco enfermos en pleno viaje desenfrenado sin destino. Al fin llegaron hasta una casa donde dejaron el auto sobre la vereda, adentro esperaban algunas de las más sabrosas y licenciosas mujeres del desierto. Horas más tarde Lupe, enfermo como una lechuza, irrumpió en la habitación donde el psicópata se desgastaba con las mujeres y comenzó a golpearlo. Inútil fue interceder, el psicópata terminó echando a patadas a Lupe, quien esperó afuera junto al perro de la casa en castigo por la ofensa. El Alquimista preparó una ronda de tragos, luego subieron al chevy y rumbearon al otro lado de la ciudad a buscar algo ajeno. En el camino le tiraron el auto encima al hijo de la Hydra y sus sombras secuaces mientras hacían la señal de las manos. Salvaron sus vidas de milagro. El hijo de la Hydra reconoció el brillo de los ojos de Ariel. La casa aún humeaba cuando llegaron a apropiarse del objeto de codicia de la mitad de la cuidad del desierto, incluidos jueces, curas y policías... El psicópata avanzó directo al lugar sagrado y levantando una madera del piso, le ordenó a Lupe tomar el paquete y cuando estaban por retirarse se les interpuso en la puerta el dueño de la casa en llamas: el negro Chiloé... El psicópata lo interpeló con ojos desorbitados rugiendo: Hoy estamos... mañana no sé... lo que sí sé es que yo voy a estar... En ese instante sacó un revólver y transformó a Chiloé en un colador para gusanos, luego continuó rabiando: no sé ustedes... pero yo voy a estar! Una vez en el auto el motor rugió y una nube de polvo se elevó dejando atrás los restos de una casa quemada, y un cadáver. Nadie reclamaría justicia, la policía agradecida.
La chica de la sonrisa susurraba a su oído palabras inconexas que fueron revelando la verdad del dolor de sus senos, una y otra vez acariciados por Gerardo en el calor de las noches, el dolor no tendría sentido si Gerardo no fuera su hermano. Ariel despertó súbitamente, inquieto, no pudiendo recordar cómo había llegado hasta allí: la casa de la bruja. La hija de la bruja lo miraba con grandes ojos inquisitivos. Ariel solo atinó a preguntar cómo había llegado allí. La hija de la bruja mientras sorbía de la bombilla de un mate le respondió:
- La gente solo habla de tres cosas: del flaco Aguirre que se cortó la mano en un mambo místico, la muerte del negro Chiloé y el choque del boulevard... de donde te rescatamos anoche luego de que el Psicópata y sus secuaces te dejaran abandonado. Creo que nos debés algo no?
- Gracias.
La bruja había partido huyendo de la verdad para encontrar otra verdad más cruda, a esa altura del partido era mejor estar lejos de Ariel para cuando supiera la verdad. La prestidigitación, los oráculos y los engaños eran las virtudes de la hija de la noche, la única, la más lujuriosa de todas en el aquelarre.
- Mamá dejó un mensaje para vos Ariel: alejate de esas mujeres, la tormenta se avecina, te van a venir a buscar pronto.
Tal vez fuera cierto, tanto descenso, tanta densidad... pero si venían él estaría preparado, esperándolos presto a morir en injusto duelo... tal cual un conefante...

otro capítulo de Desert Song...

La gresca

Nunca voy a olvidar sus manos ensangrentadas intentando tomar las mías. Las ventanas se abrieron bruscamente y una ráfaga de viento me despertó, al incorporarme lo vi entrar a cortos y lentos pasos; se acercó, tomó mi mano y me condujo hasta el balcón. Allí estaba ella parada a mi lado, sólo me dijo: - El miedo te inspira – y levantó sus manos ensangrentadas y acarició mi rostro, intentó tomar mis manos pero el dolor nubló mi vista y salí de la habitación rápidamente. Al salir pude observar que él caminaba delante de mí, pero lo perdí cuando dobló la esquina.
Avanzaba por un camino de tierra, el sol era muy fuerte y tenía mucha sed. Mis pasos eran cortos y lentos, como los del niño... Mis ojos, mis manos... ¡era un niño! Un niño caminando en un lugar desconocido. Doblé por un camino que me condujo hasta un aserradero, al llegar a la entrada me detuve, dos hombres discutían, un tercero se acercó y comenzaron a golpearlo, me oculté tras una pila de troncos. Uno de los hombres cayó, aún en el piso seguían pateándolo, de la casa salió otro hombre, gordo, con una escopeta, disparó. Uno de los hombres recibió el escopetazo pero se mantuvo de pié, el otro corrió hacia la camioneta y arrancó ante los insistentes escopetazos del gordo, dio vuelta, aceleró y arremetió contra el gordo y su escopeta, de pronto mis oídos se llenaron de un gruñido, me di vuelta y vi al rottweiler con todo su instinto, su furia, acechándome. Corrí, corrí con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo era el de un niño, a los pocos metros el perro me alcanzó, salto sobre mí haciéndome caer al suelo, mordió mi pierna y pude sentir como sus colmillos desgarraban mi carne, sólo grité y entonces mordió mi cuello.
Sentí mi sangre fluir descontrolada hacia la tierra reseca del aserradero. Me mantuve en pié y traté de escapar, Mariano ya se había subido a la camioneta, intenté escapar, pero no podía sostenerme, mis piernas no me respondían, escuché el rugido de la camioneta y un disparo. Mariano había atropellado al gordo y había sido alcanzado por los perdigones justo en el hombro izquierdo. Me subí a la camioneta y huimos de allí... Yo siempre gritando, desangrándome, sintiendo la muerte llegar.
Todavía poseído por la furia pateaba al hijo de puta en el suelo cuando escuché el disparo y corrí hacia la camioneta, a mis espaldas resonaron otros disparos que impactaron en la camioneta, me subí y arranqué, di vuelta y aceleré hacia el gordo que sostenía su escopeta y disparaba hacia mí, de pronto un disparo, los vidrios del parabrisas estallaron y una ráfaga de fuego me quemó el hombro. El Loco pudo subir, teñido todo de rojo, gritando. Inmediatamente salimos de allí por un camino. A unos pocos metros un perro desgarrando las carnes de un animal pequeño, aunque por la velocidad y la vertiginosidad de la situación no pude distinguir qué animal era. Hacía calor y la camioneta se llenaba de sangre... toda... toda...toda... roja sangre avanzando...

Tras los suelos de Unamora

Supongo que la fuerza que me estaba siendo revelada en ese preciso instante provenía de la descarga eléctrica del ventilador. Se posó sobre el piso frío y rió como intuyendo que yo estaba liquidado, un sentimiento de hermética angustia me recorrió y no pude más que recordar y balancear imagen tras imagen, de un lado o del otro.
La lluvia era persistente y tras el vidrio todo se veía como un caleidoscopio urbano, mi ojo izquierdo se reflejaba en el café, al volver a mirar a través de las gotas pude verla mirándome, mojada, con un gesto entre molesta y avasallante. Me levanté, rápidamente me puse la chaqueta y salí tras ella, la lluvia era intensa y la gente caminaba bajo sus paraguas como aislada del resto del mundo chocando y rumiando la bronca en un murmullo que era más un ronquido en aquel sueño mojado por las calles pálidas, de la ciudad ausente. Parecía que nunca iba a alcanzarla, se perdía tras las persona y paraguas y al doblar las esquinas parecía desaparecer y aventajarse rápidamente, hasta que en aquella esquina me esperaba mirándome sin inmutarse por el agua que recorría su cara, huyó nuevamente. Esa frenética e insensata cacería parecía no tener fin, lo que me provocaba un cosquilleo excitante en mi instinto de cazador; lo que sucedió luego no pude explicármelo en su momento: al doblar esa esquina había desaparecido, mis ojos buscaron por aquella calle vacía, era imposible... hasta que al voltearme la vi en frente de mí, desafiante. La lluvia resbalaba por su cara haciéndola más deseable aún, era estúpido había caído en su trampa, quién era el cazador realmente? Nunca me sentí más adorablemente víctima de mi inocencia como aquella tarde, me besó y mi boca pareció rebatir el miedo a la insospechada carta que deseaba jugar.
Cómo saber cuándo dejarte entrar? Yo nunca quise ser tu médium, nunca te elegí, pero por que negarme. Podrías darme una respuesta clara y sencilla? Mi cabeza está atorada tratando de desatar ese nudo y respuestas es lo que me hace falta.
Al fin de cuentas todo parecía ser más extraño de lo que aparentaba Gema, las velas, la oscuridad del cuarto, la sutil sabiduría de su cuerpo. Cómo reaccionar luego de tan improvisado encuentro? Claro que la improvisación no era tenida en cuenta por ella. Por alguna extraña razón cuanto más extraño e incoherente se volvía todo, menos averiguaba. El café, aquella irrupción tan poderosa. Quien era Gema a esa altura ya no era tan relevante para mí, había una fuerza extraña que me impulsaba más adentro en ese mar tan negro que era mi mente. Nunca pregunté, porque de alguna manera u otra sabía todo lo que tenía que saber pero sin tener plena conciencia de lo que realmente sabía. Cómo llegó todo eso hasta mí es tan raro como innegable. Aquella fuerza era todo. Había algo que siempre estaba bajo mi control, como un preso dentro de su celda, así me sentía en esos encuentros con Gema. Una noche tuve un sueño, me encontraba en una iglesia abandonada, el olor a humedad era muy fuerte y sentía un escalofrío recorriendo mi espalda.
- No te resistas, será más tormentoso... – me susurró una voz en mi oreja, al voltearme no había nadie allí – Estoy frente a ti, no temas, no quiero hacerte daño. – como de la nada había aparecido frente a mí un hombre, un misterioso hombre... traté de despertar, sabía que era un sueño...
- Despertar a dónde? Esto no es un sueño...
- Quién sos? Qué mierda pasa acá?
- Tranquilo, no tienes de qué asustarte, al fin y al cabo esta es tu mente.
- Qué estás diciendo?
- Soy Arturo, necesito que seas mi médium... completo...
- Qué?
- La fuerza que haz experimentado soy yo.
- Querés decir que podés dominarme?
- No si tu no me lo permites. Gema, ella era mi mujer, la amaba, una tarde de lluvia bajé a comprar cigarrillos y un patrullero me atropelló mientras perseguían a unos ladrones. Estuve internado durante unas semanas, ella permaneció siempre a mi lado, pero abandoné el mundo.
- Y yo soy un coaxil entre vos y Gema?
- Supongo que entenderás, ella al verte en el café tras el vidrio mojado creyó verme a mí...
- Si esto es mi mente, por qué estás vos?
- Porque tu me has dejado entrar, sólo debo poseerte completamente para así poder sentir la conexión con Gema.
- Esto no puede estar sucediendo...
- Lo está... Necesito que seas mi médium.
A veces cuando escucho el murmullo nocturno en las calles pienso que la muerte debe ser igual, pero silenciosa. Intenté contárselo a Gema, pensó que estaba loco, me trató de inmaduro...
- Tal vez no sos lo suficientemente coherente para aceptar que creés sentir algo que no existe.
Me negó una y otra vez la historia de mi sueño, creyó que estaba loco, nunca había conocido a ningún Arturo. Nunca. Entonces, el sueño, Arturo, la iglesia abandonada. Aquel lago tranquilo comenzó a generar un torbellino en el centro que lentamente fue arrastrando mi bote, remé, remé, pero al fin logró tragarme...
- Vos no me amás, sos un pelotudo que creé demasiado en sus sueños como para aceptar sentir cosas inexistentes en este mundo... – me sentenció mientras salía de la cama.
Sentía una puntada en mi cabeza, qué sucedía, cuál era el torbellino que me arrastraba hacia esa espesa negrura? Se posó sobre el piso frío y rió como intuyendo que yo estaba liquidado... Me miraba como deseando que nunca hubiese soñado aquello de la iglesia abandonada y el misterioso Arturo, podía descifrarlo casi, pero no.
Desperté como de una extensa pesadilla. Ella no estaba, se había ido, encontré una nota: “No vale la pena, yo no te amo”. Era lapidario, sentí que todo se derretía a mi alrededor y una furia interna pugnaba por estallar, me vestí y baje a la calle, corrí cuadra tras cuadra como sabiendo bien hacia dónde me dirigía, llovía, la gente bajo sus paraguas... Sentí pánico y unos pasos, dónde? Dónde estoy?
- Bienvenido...- me susurró al oído una voz conocida, al voltearme lo puedo reconocer entre la oscuridad reinante.
- Arturo, qué sucede?
- Bienvenido a tu mente, Arturo.


Incluído en Tras los suelos de Unamora...

Parado sobre una tortuga

Llegado a la orilla me quité la ropa y caminé hacia el agua, bañado por la luz de la luna. Me adentré en el río y llegué hasta la mitad con el agua hasta las rodillas, más allá un abismo oculto. Una tortuga me miró y me dijo que no avanzara, ese lugar era el mismo de otra vez, si algo había allí yo no era de su agrado... el mal cayendo sobre mí. Desnudo, parado sobre el caparazón de una tortuga que solo se deja ver de noche, quería ir más allá pero la tortuga me advertía que era peligroso y decidí regresar a la orilla. Hacía tiempo desde lo de Elena. Desde lejos divisaba el fuego y las voces, me vestí lentamente y me acerqué, un tambor repicando constantemente con mucho entusiasmo y potencia. Recordé vagas imágenes y me eché sobre mi espalda a ver las estrellas, el viento soplaba constante, el río murmuraba su recorrido. Aquella chica haciendo swing me recordó a Elena nuevamente, sonreí pese a que por dentro cada vez que la recordaba sentía tanta tristeza. La tortuga me miró con cara de tortuga y sin más se hundió bajo las aguas. En aquella cocina debe existir todavía un delantal de cocinero que dice: Para la más hermosa de la casa... Feliz día mamá! Fue gracioso hasta la luna parecía reírse, me sentía bien, sin embargo algo en ese lugar me ponía un poco cauteloso. Algo había allí y ya una vez hacía tiempo me había dañado, pensé que eran solo sombras extrañas de la noche.
Un día Elena se fue con un tal Roberto, dejándome en una casa con un psicópata que planeaba desde hacía tiempo secuestrar a una prostituta, la más hermosa del cabaret, solo para cogerla atada a una cama, día y noche hasta cansarse...
El baño olía tan bien y mi cuerpo tan mal... sudor enfermo. Había soñado incansablemente y no tenía sueño, recordaba caminar por la orilla del río, de un lado y del otro. Era tan agradable como zambullirme en un cuerpo de mujer, intenso y sabroso como la noche se hace día y el tiempo no pasa para mí. Luego una sonrisa se dibujó en mi cara y me encontré recostado sobre mi cama recordando un cuerpo ya ausente. Suspiré y me dormí. En aquel sueño yo viajaba con Elena a un lugar impreciso, ella llevaba un arma porque huíamos de alguien. Nos refugiábamos en un pequeño patio. De pronto una pelota caía desde el otro lado del paredón y un niño saltó tras ella, un disparo, una herida, una sorpresa: un niño desconocido muere en un patio abandonado. Miro a Elena sin entender por qué disparó... Ella me mira y solo piensa en que hay que huir de ahí. Sin embargo yo sentía una gran culpa por tan desgraciado hecho.
Luego de días sin verla hasta podía imaginar su cuerpo, su sonrisa, un aroma inconfundible que contrastaba mucho con mi sudor enfermo, destilando toxinas por todo mi cuerpo. Soñé varias veces con ella, al fin me di por vencido cuando perdí el conocimiento para pasar a un estado febril. Preso de la locura por no poder olvidar... Elena ha huído con otro hombre y me ha endosado a un psicópata que ha atado a una prostituta a una cama solo para cogerla y luego matarla. El psicópata me mira mal, luego peleamos solo porque somos tan diferentes que no llegamos a ponernos de acuerdo: -un día te arrepentirás de haber nacido- me grita antes de saltar por la ventana. Me recuesto en la cama agotado y dolorido, la prostituta me pide que la suelte, pero en vez de soltarla la cojo y luego la dejo ir.
Pasa mucho tiempo o tal vez segundos, la ausencia de Elena es tan grande y me cuesta tanto anular los recuerdos. El psicópata juró vengarse, y bien que le ha salido porque todavía no puedo dejar de soñar y recordar y llorar la ausencia, hasta quedar sin lágrimas, seco por dentro... como si todos los días fueran el último día antes de hacerlo.
Un día de pronto dejo de soñar y voy a buscar al psicópata, sé donde vive y cuanto mal me ha hecho. Golpeo su puerta y lo golpeo a él, luego lo meto en el baúl del auto y lo llevo lejos. En el camino reviso el arma. Escucho algo de Monk en el estereo mientras contemplo el paisaje desierto. Detengo el auto, ya estoy lo suficientemente lejos, saco el arma y abro el baúl... El psicópata sale y le disparo en una pierna, luego en la otra, herida leves, no quiero matarlo, todavía. Lo llevo del otro lado del alambrado a las patadas, nunca imaginé que sería tan agradable esta sucia labor. Una vez en posición le disparo una vez más y le recuerdo todo el dolor que me ha hecho sentir. Le pregunto por qué mató a Elena y si se sintió tan bien como yo me siento. Sus ojos piden falsa clemencia. Quién era... Roberto? El otro con quien se fue Elena y luego él asesinó. Me mira con sus ojos brillantes y me dice que no toleraba ver a Elena con otros hombres pese a que hacía tiempo ella había terminado su relación con él. Tal vez pensó en matarme pero nunca me encontró y luego Elena se va con un tal Roberto... Puta... las pagarían caras... Me confiesa que le gustó mucho cogerse a Elena y siento un fuego que me sube por el cuello y me desespera. Me confiesa todo el dolor que les propinó a ambos. Esto lo hago por Elena... y por Roberto en cierta forma. Luego le confieso que no hay más balas en la pistola... Mientras guardo el cargador en el bolsillo.
- Pero alguna forma de matarte voy a encontrar. Tenés sed?
- Mucha y se que no me vas a dar agua... hijo de puta! sabés como chilló la gran puta de
tu mujer... Que antes y después fue mía...
- Shhhh... Silencio por favor, yo soy humano y pese a que te voy a matar tarde o
temprano, tal vez te deje acá para que te mueras solo... Te voy a dar agua...
Camino lentamente hasta el auto, cruzo el alambrado y me abro la cabeza con un alambre de púa oxidado. Si voy a morir y a pagar todo esto... No, todavía no. Saco un pañuelo y lo mojo con agua, luego me lo paso por la herida, pienso en tanta sangre vertida por Elena. Estoy tan vacío que ya nada me conmueve. Regreso hacia mi víctima con una botella en la mano. El psicópata se ha arrastrado varios metros, pero no puede escapar. Ya cerca de él destapo la botella y le arrojo el líquido encima... Es kerosene, arde y aguanta, lo usan para hacer fuego. Elena lo usaba con sus clavas, era muy agradable verla hacer swing. Le cuento de la noche de la tortuga cuando vino a mí la decisión de hacer esto, de la chica haciendo swing, de los recuerdos...
- Vos tenés swing psicópata? El cerillo está encendido cayendo lentamente de mi mano.
El psicópata me grita muchas cosas pero yo ya no lo escucho, en mi cabeza resuena Monk`s Mood y lentamente veo como ese miserable se convierte en una antorcha humana y se revuelca desesperado pero la música salvadora está allí dentro de mi cabeza para reemplazar los estrepitosos gritos por una hermosa melodía. Me alejo hacia el auto, doy la vuelta y tan solo veo un cuerpo incinerándose.

Incluído en EL LIBRO NEGRO...

El retorno al Castillo del Mal

En que escribe? Si, mató man! En qué estaba pensando en aquella ocasión cuando decidió ser el instinto; la gracia, la lujuria, el descontrol… Caos perfectamente controlado, la sapiencia del ser abstracto materializado en un cuerpo sin vida, o con tanta como para complacerla.

Esperó detrás de la casa como hacía siempre, se quedó mirando el cielo… mil ideas vinieron a su cabeza, podía recordar lo acontecido noches atrás: la luz escasa, plena oscuridad, música, voces, imágenes inconexas disparadas por un sincronizador arrítmico, decrépito indicio de vida…a…a…a… sabía que no podría encontrar la solución en ese momento. Qué hacer? Es lo mejor que pude hacer… volar y volarnos a pesar de que con el tiempo me pregunto si es lo mejor que pude haber hecho…

Era de noche, ya estaba oscuro, escuché el sonido de los auriculares. Realmente los sonidos daban vuelta alrededor… Ja! La pérdida de la audición capítulo uno:

Mientras el Dr Bruno Manchesco firmaba el acuerdo, todo el personal vomitaba la propuesta en sangrientas marchas… Allí comprendió que estaba totalmente sordo. Murió un 8 de mayo de 1973.

Y así era el sonido, valvularmente daba vueltas alrededor de la habitación, entre las penumbras, solo la fría luminosidad de un monitor. El sexo se habría transformado en la forma más pura de comunicación? Sin acción de la palabras falaz, que todo lo altera y lleva a puntos remotos de lejanas y atónitas excentricidades de la dialéctica. El vino. Donde estaría el vino? Si (cada vez que intento recordar por qué estoy acá es cuando las palabras fluyen: ella tiene que huir… Torbellino mortal, la fría seducción de una noche de noviembre? La humedad absoluta del día siguiente? La agradable mutación de la piel, a lo largo del tiempo. Pude ver con claridad sus ojos: a dónde vamos? Cuándo vencimos al adversario? cuando nos comió el cuero) … Ella va a volver… Mientras tanto … diversión! Allá vamos a derrotar al Castillo del Mal!

Las paredes sangran! Las paredes sangran! Las paredes sangran! El vaso está lleno, el vino corre por las venas. El mito hecho rock and roll? La salud de los enfermos vivientes? La lujuria del los descontrolados sin freno? Gritos… bestias aullando… En el fondo del reino, en los jardines del Castillo del Mal, habita la Rata Miguel, brujo hereje quien engañó al Conefante alado en injusto duelo. Cuanto más cerca del castillo del Mal estoy, más disminuye mi pulso cardíaco. Qué hace el maligno dentro del castillo del mal? Juan Santo – Juan Diablo … dos caras de un diamante? Cuál ser? Cuando ser? Por qué? No hay tiempo, no hay lugar, no hay forma, no hay esperanza: solo hay hoy. Podés descansar a orillas de un arroyo , saltar de piedra en piedra por horas siguiendo el cauce, hipnotizado por la armonía y la paz absoluta del lugar. Que lugar? Qué tiempo? Qué estado? Solo fluir… capturar imágenes, fieles y subjetivos retratos de un instante, delatores, oblicuos, bizarros, crudos… Manipulados, viles mentiras!

Creo escuchar la insulsa voz que repiqueteaba en el fondo de la habitación, decía:

Sabes por que pienso que estoy atrapado sin tiempo?
Porque veo pasar a muchos desde hace tiempo.
Pude salir, pero me enfrenté a un demonio llamado /(&/ error de destino67689 “345243 bis .
Ahora te veo fumar y beber ese vino y ya estoy resignado, casi lo huelo, lo saboreo , pero no… casi… una libación por favor… yo beberé su sangre… El libro negro regresaba para apoderase de la realidad. Bebeme, bebeme… en un columpio… solo ahí podrá deshacerse del demonio… Está endiablado! Está poseído! Está en trance! esta? Una y otra vez el disco gira, está rayado, un surco que se muerde a sí mismo … una crueldad del acetato….

El sonido lo transporta… está dentro de una catedral abandonada… es el año 2531. La nave tierra? Llegamos a la nave tierra? Esta catedral es oscura y húmeda, está llena de polvo. Antes había un subte, antes del fuego solar hubo vida sobre la tierra, los sótanos, las alcantarillas, las cloacas, los gasoductos y todas las demás tuberías… iban por donde ahora habitamos… Si somos humanos? Luego de tantas mutaciones ya somos bestias infernales… la nave tierra despegó, dejando un planeta muerto… solo nos salvamos el .5 % de la población mundial (sin contar a los que despegaron en la nave tierra 2013) alguna vez pensaron en aquello que perdieron, tiraron, extraviaron, arrojaron con negligencia, destruyeron, quemaron, botaron al excusado… si sobre todo al inodoro que por cierto huele muy mal… Todo eso … (lo de 25 generaciones …. Está acá… vivimos cotidianamente con eso… el infierno será esto.. o habrá algo peor? Eso es el infierno, el sin fin , la sombra del espejo… no poder parar la sanguinaria maquina mental indestructible… pasa el tiempo, el alcohol, las drogas, las mujeres y siempre es el mismo cuerpo, más curtido, pero más resistente… una vívida casualidad del destino? Hay destino?