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recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

viernes, marzo 10, 2006

La chica de la lápida

















Al bajar del colectivo la vi sentada en un umbral de una casa con aspecto sombrío, era de noche y el movimiento en la calle era constante. Compré una cerveza para beber y al pasar frente a ella me detuve y le ofrecí un trago. Me miró a los ojos y tomó la botella bebiendo un largo trago, luego me la devolvió y con una breve sonrisa me agradeció, agachó la cabeza y siguió contemplando la oscuridad. Luego la invité a fumar y caminamos hasta una callecita angosta y tranquila, lejos del barullo de la avenida, no era carnaval pero el espíritu pedía. Sentados en un escalón me dijo su nombre: Ximena. Hablamos de trivialidades mientras fumábamos y luego nos adentramos en una conversación oscura y existencial que pronto se transformó en un monólogo de aquella muchacha triste que me miraba con ojos profundos y labios carnosos. Mis deseos cambiaron repentinamente, podía ver en ella la oscuridad y la densidad del alma, mis deseos sexuales se extinguieron. Terminamos de fumar y me invitó a tomar merca, sí como un justo intercambio. Su mente confundida expresaba palabras inconexas que juntas tejían un mensaje cifrado muy difícil de decodificar y comprender. Pasadas las horas me encontré frente a una extraña en busca de consuelo, un alma partida deambulando por las sombras de la noche. Caminamos hasta su casa, luego me despedí y continué mi camino. A los pocos días volví a encontrarla por la calle, era de noche, la misma calle, el mismo umbral. Su misma discreta sonrisa y su seriedad trágica. Fuimos hasta su casa donde conocí a su madre, una mujer madura que me miraba con ojos brillantes y hablaba entre incomprensibles risas mientras sostenía un vaso de whisky en la mano. De acuerdo al relato de Ximena los últimos tres años había vivido alcoholizada entablando romances ocasionales con personajes dudosos que sobrepasaban los 50. Ximena se molestaba cuando hablaba de su madre, por el contrario nunca mencionaba a su padre del cual yo no sabía absolutamente nada. Solo había visto una foto en la pared del living de su casa donde un hombre abrazaba a una risueña niña: Ximena, supuse que ese hombre sería su padre pero nunca pregunté. Ximena era una muchacha que aparentaba más edad de la que realmente tenía. Su pelo negro y brillante cortado a navaja se movía sensualmente cuando caminaba, y ocultaba por momentos su boca carnosa y viva. Sus ojos eran claros aunque nunca supe si eran verdes o marrones, tez blanca con algún lunar perdido en los hombros. Se pintaba las unas de negro y alguna vez la vi con los labios negros también, era oscura mezcla de dark y punk. Usaba polleras cortas y medias negras de todo tipo, musculosas o remeras ajustadas que le daban una preponderancia extrema a su busto prominente. Su figura era armónica y sugerente, muy agresiva al contacto físico aunque conmigo se transformaba en una guerrera que dejaba sus armas a mis pies. Nos internamos en lugares peligrosos en la oscuridad de las noches siguientes, compartiendo momentos densamente locos. El sexo con ella no era tarea fácil, pero tampoco imposible, me gustaba, me gustaba demasiado aquella muchacha intensa de ánimo lúgubre y que esporádicamente me regalaba una amplia sonrisa que dejaba ver sus dientes blancos, perfectos. Dulcemente amarga la soledad compartida y los tormentos mentales que secreta y celosamente guardaba. Con las noches nos convertimos en enajenados deambulando por las sombras, solitarios compartiendo el lado oscuro de las almas en letanía hacia el oeste, allí donde el frío encuentra el cansancio del espíritu y lo resquebraja como hielo, en mil partes. Una noche nos adentramos en el cementerio persiguiéndonos entre las bóvedas, ocultándonos en las sombras, mordiéndonos la boca y escapando bajo la luz de la luna. Perdidos y mareados en ese laberinto muerto nos encontramos frente a frente en un pasillo de tumbas de lápidas brillantes y flores secas. Ximena se tendió de espaldas sobre una lápida y abriendo sus piernas me invitó a penetrarla sobre esa tumba olvidada, me quedé inmóvil desobedeciendo a su invitación mirándola desconcertado y temblando pese al calor que hacía esa noche. Desabotonándose la camisa dejó ver su desnudez y comenzó a tocarse impacientemente, luego extendió su mano y me acercó a ella clavándome su mirada helada y besándome profundamente. Cogimos sobre esa tumba frenéticamente poseídos por una violencia y un halo de aberración extrema. Dos enajenados llevados a su máxima expresión, o debiera decir solo uno... Cuando acabé quedé de cara a la lápida y al levantar la mirada observé la foto polvorienta de la tumba mientras sentía la intensa respiración de Ximena y la espasmódica vibración de su cuerpo acompañadas por una risa incomprensible y macabra. Quité el polvo de la foto y observé el severo rostro de un hombre que creía conocer que me perseguía con su mirada aún cuando yo había cerrado los ojos. Luego miré fijamente a Ximena mientras ella continuaba riendo observándome desde lo profundo de su ser, regocijada en una venganza inexplicable hasta el instante en que recordé que ese rostro era el mismo de la foto de su casa. Estábamos sobre la tumba de su padre... Inmediatamente me incorporé y me dispuse a huir de allí completamente confundido asaltado por pensamientos tan oscuros como la noche que nos abrazaba. Ximena se incorporó acomodándose la ropa mientras observaba la tumba y reía frenéticamente, la lápida sobre la cuál lo habíamos hecho quedó manchada con sangre, el tormento se cernía sobre mi y la palpitante inquietud e incomprensión de la razón. Salimos del cementerio en silencio y caminamos por una avenida oscura, Ximena me disparaba desde atrás palabras inconexas hasta que al llegar a una plaza me detuvo tomándome fuertemente del brazo y me dijo:
- Hey, no maquines... fue la mejor venganza que pude urdir...
- ¿qué?! De que macabra venganza me hiciste cómplice?
- No maquines loco! Esto fue entre mi padre y yo...
- Acabamos de hacer algo horrible!
- No más horrible que lo que él me hizo...
Bajó la mirada y se sentó en el pasto como dejándose caer, extendió sus brazos y los movió como si nadara en un placentero mar de venganza, luego apoyándose en sus codos me interpeló con la mirada diciendo con voz sombría:
- Sabés a que edad perdí la virginidad? Seis años tenía cuando mi padre me penetró por primera vez? Sabés qué se siente? – me clavó una mirada furiosa, yo no contesté – cómo podrías saberlo sino experimentándolo vos mismo? Hasta hace tres años que se murió tuve que vivir con ello... llevarlo adentro... sabés qué me decía? Que era la forma de demostrarme su amor. Mi mamá lo sabía, no te creas que es tan tarada como para no darse cuenta, pero prefirió mirar la situación a través de su botella de whisky... bien deforme... trasformó un acto de placer en horror... sí que me gusta coger, a quién no? Pero cuando no podés anular la memoria cómo haces? Lo que sucedió esta noche debe ser irrelevante para vos pero para mí no... Y no me mires como si estuviera tocada porque no tenés idea de lo que experimenté todos estos años, no tenés idea de lo que experimento cada vez que me penetran, cada vez que me tocan o siquiera rozan... mi cuerpo tiene una memoria que data de años, loco! Y cada vez que me cogiste no estuve exenta de ello... así que no me juzgues, no te vuelvas cómplice de un hijo de puta, no te conviertas en un hijo de puta... no me mires así!
Luego de esa macabra revelación descendí a lo profundo de mi ser tratando entender la situación rodeado de oscuridad y densidad, me figuré inmerso en una tumba recién cavada honda y oscura, intentando trepar por paredes de tierra que se desmoronaban constantemente antes mis vanos esfuerzos por alcanzar la luz de la superficie.