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recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

lunes, septiembre 11, 2006

La gresca

















Nunca voy a olvidar sus manos ensangrentadas intentando tomar las mías. Las ventanas se abrieron bruscamente y una ráfaga de viento me despertó, al incorporarme lo vi entrar a cortos y lentos pasos; se acercó, tomó mi mano y me condujo hasta el balcón. Allí estaba ella parada a mi lado, sólo me dijo: - El miedo te inspira – y levantó sus manos ensangrentadas y acarició mi rostro, intentó tomar mis manos pero el dolor nubló mi vista y salí de la habitación rápidamente. Al salir pude observar que él caminaba delante de mí, pero lo perdí cuando dobló la esquina.
Avanzaba por un camino de tierra, el sol era muy fuerte y tenía mucha sed. Mis pasos eran cortos y lentos, como los del niño... Mis ojos, mis manos... ¡era un niño! Un niño caminando en un lugar desconocido. Doblé por un camino que me condujo hasta un aserradero, al llegar a la entrada me detuve, dos hombres discutían, un tercero se acercó y comenzaron a golpearlo, me oculté tras una pila de troncos. Uno de los hombres cayó, aún en el piso seguían pateándolo, de la casa salió otro hombre, gordo, con una escopeta, disparó. Uno de los hombres recibió el escopetazo pero se mantuvo de pié, el otro corrió hacia la camioneta y arrancó ante los insistentes escopetazos del gordo, dio vuelta, aceleró y arremetió contra el gordo y su escopeta, de pronto mis oídos se llenaron de un gruñido, me di vuelta y vi al rottweiler con todo su instinto, su furia, acechándome. Corrí, corrí con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo era el de un niño, a los pocos metros el perro me alcanzó, salto sobre mí haciéndome caer al suelo, mordió mi pierna y pude sentir como sus colmillos desgarraban mi carne, sólo grité y entonces mordió mi cuello.
Sentí mi sangre fluir descontrolada hacia la tierra reseca del aserradero. Me mantuve en pié y traté de escapar, Mariano ya se había subido a la camioneta, intenté escapar, pero no podía sostenerme, mis piernas no me respondían, escuché el rugido de la camioneta y un disparo. Mariano había atropellado al gordo y había sido alcanzado por los perdigones justo en el hombro izquierdo. Me subí a la camioneta y huimos de allí... Yo siempre gritando, desangrándome, sintiendo la muerte llegar.
Todavía poseído por la furia pateaba al hijo de puta en el suelo cuando escuché el disparo y corrí hacia la camioneta, a mis espaldas resonaron otros disparos que impactaron en la camioneta, me subí y arranqué, di vuelta y aceleré hacia el gordo que sostenía su escopeta y disparaba hacia mí, de pronto un disparo, los vidrios del parabrisas estallaron y una ráfaga de fuego me quemó el hombro. El Loco pudo subir, teñido todo de rojo, gritando. Inmediatamente salimos de allí por un camino. A unos pocos metros un perro desgarrando las carnes de un animal pequeño, aunque por la velocidad y la vertiginosidad de la situación no pude distinguir qué animal era. Hacía calor y la camioneta se llenaba de sangre... toda... toda...toda... roja sangre avanzando...