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lunes, mayo 25, 2009

Chapter V: The bottom of the fall.






















Hace meses atrás - si, el tiempo pasa para todos - estaba en el Albert Park de Auckland sentado una mañana de sol preguntándome qué carajos hacía en New Zealand. Solitarios días intentando comunicarme con la gente, mirando la ciudad, aturdido y ciertamente desconcertado ante el impacto cultural. En un hemp store me puse a conversar con el flaco que atendía y le regalé un disco de Low valium que intencionalmente empaqué en la mochila antes de partir desde La Paternal. La charla giraba sobre lo obvio: dónde conseguir porro... "You´ll need made friends, buddy" Y vaya que tenía razón.
Desde lo alto de las Rere falls miraba el agua intentando juntar valor para saltar y vencer el pánico a las alturas. Me preguntaba: que carajos hago acá ariba? Y ahora sé la respuesta que hasta ese entonces ni intuía: Saltar desde las Rere falls. Y aunque suene ilógico o demencial yo vine a New Zealand a saltar de las Rere falls, lo mío no fue un salto acrobático, fue un salto de fe que me llevó al fondo de la cascada a vivir los 300 años más increíbles de mi vida.
La caída duró aproximadamente unos cinco segundos, de los cuales solo recuerdo el bache en negro sin sonido, al tocar el agua abrí los ojos y pude ver cómo los rayos del sol penetraban en la oscuridad del estanque al pie de las Rere falls, inmediatamente sobrevino un golpe fuertísimo y negro que me desplazó de mi cuerpo y me dejó allí abajo del agua. Comencé a hundirme lentamente mientras comenzaba a tener recuerdos de cuando estaba en el vientre de mi madre, una sensasión placentera de paz uterina, una paz que anhelaba desde que había despegado el avión desde Ezeiza. Lo primero que ví fue un destello blanco agitándose como un pedazo de tela bajo el agua, ondulando y rodeándome, al acercarse pude ver su rostro (era ella) mi alma gemela y estaba ahí para abrazarme... Estuvimos abrazados largo rato hasta que la presencia del estanque comenzó a acunarme como a un niño, en ningún momento pensé en que estaba muriendo ni en que habría sucedido con mi cuerpo ya que yo estaba ahí y no podía recordar cómo había llegado. Y entonces sentí como el espíritu de la tierra, nuestra madre tierra me llevaba en sus brazos y me vestía con una túnica blanca llevándome como a un niño... y yo era un niño. La paz era inconmensurable y el silencio parecía susurrar una melodía hipnótica que se repetía como un mantra. Todo allí era revelador para mis ojos que poco podían entender lo que veían.
Los primeros cien años los dediqué al estudio de la tierra escuchando atentamente las lecciones impartidas por la madre naturaleza, los siguientes cien años los dediqué al estudio del hombre y el impacto de éste sobre el planeta - lo que me provocó un llanto inenarrable, completamente silencioso - los últimos cien años los dediqué a ver lo que vendrá...
Concluído mi aprendizaje, la pacha me llevó de nuevo al estanque acunándome pero ya no siendo un niño sino un adulto. Sentí una leve tristeza temiendo dejar aquel sitio tan apacible, pero inmediatamente la madre naturaleza me consoló diciéndome que recordara todo lo aprendido y lo pusiera en práctica, que ese era el momento de partir al lugar desde donde sentía me tironeaban y me dejé ir dejando allí en el fondo del estanque aquella magnífica presencia, con una sonrisa en mi rostro saltando a la inversa, repasando en un segundo aquello vivido allí abajo durante trescientos años, imagen tras imagen, palabra tras palabra y ya no dolía ni me freía la cabeza como otras veces intentando aferrarme a las imágenes, intentando recordar, intentando quedarme allí en el otro lado... Ahora era distinto, ahora tranquilamente me dejé tironear por el flaco que saltó a rescatarme y la gente que se tiró al agua con la misma intención. Si antes de dar ese pequeño paso no concebía bajarme humillado por no haber tenido la valentía de saltar, al salir del agua caminando, repitiendo con una sonrisa: está pasando otra vez, cada paso que daba destacaba en firmeza y liviandad emergiendo de las aguas como un hombre completamente diferente al que había caído doce metros para romper la piedra del fondo y su cara... Ese golpe se llevó bien lejos toda esa energía que me estaba consumiendo y me llevaba hacia abajo a las profundidades de mi ser más oscuro. Sentía el mareo y la excitación todo junto en la piel, sentía cada célula de mi cuerpo aún movilizadas, y podía comprender que mi cara se estaba amoratando. Tomé unas fotografías para verme, casi sin mirar, caminé hasta una roca, casi sin mirar sintiendo los músculos de mi pecho pesados y adoloridos. Sentía unas ganas profundas de dormir, pero sabía que ese golpe había sido fuerte, muy fuerte. Solo podía responder "I´m ok, dont worry about me"... y la gente empezaba a salir del estupor al verme caminar entre ellos, segundos atrás cayendo directo a la piedra golpeando estruendosamente, quedando inconsciente durante siete segundos boca abajo, flotando mi cuerpo inerte. Corrí debajo del agua y a cada paso sentía todo mi cuerpo adolorido y el agua cayendo lavándome la cara me producía un dolor muy fuerte aunque la frescura del agua aliviaba mi dolor que empezaba a concentrarse en mi ojo izquierdo. Luego de las fotos de rigor con las Rere falls de fondo mis amigos decidieron regresar a Guizzy, un poco preocupados por mi estado. Durante el viaje me tendí en el asiento trasero del auto de Yutaka, mientras ejercitaba la respiración para mantener el pulso, sentía desvanecerme. Finalmente en 12 berry st, logré bajarme adolorido mientras buscaba llegar al baño para lavarme la cara y sacarme toda la sangre coagulada y los mocos de mi nariz. Frente al espejo pensé "bueno, no se ve tan feo" y me soné la nariz produciendo que todo el moco y la sangre se fueran directo a mi ojo de una manera inverosímil que me asustó tanto que solo atiné a pedirle a Joao que me llevara al hospital. La demás es historia conocida: left blowout eye fracture y vuelo a Hamilton para la cirugía que inexplicablemente no fue. (Si toco mi ojo izquierdo puedo sentir donde ocurrió la fractura) Esa noche me morí de dolor mientras Jane, la enfermera que me cuidó, no dejaba de sorprenderse de mi lucidez mientras me contaba sobre una historia de su infancia saltando en el mar cuando una niña tuvo un accidente similar al mio.
Ahora se que tenía que saltar para vivir todo esto, renacer desde el fondo de la cascada y dejar que esta tierra y su inmenso poder me sanaran para aprender todo eso que está en mi y se va a manifestar cuando sea necesario, no intenté recuperar ninguna imagen del fondo del estanque porque se que están en mi y así como trepando la montaña la semana pasada se reveló una de las enseñanzas: "no ves la generosidad de los árboles tendiéndote sus ramas para que te agarres? Aférrate a ellos que llevan muchos más años que vos sobre esta tierra deja que te trasmitan su conocimiento" inmediatamente una sonrisa se iluminó en mi rostro y lo que era una áspera montaña impenetrable se transformó en una montaña llena de brazos para permitirme ascender hasta lo alto de la cima...
Ahora agradezco a esta tierra la inmensa oportunidad que me brindó desinteresadamente al protegerme en su útero y enseñarme sus secretos más ocultos, que están allí al alcance de cualquiera, tan solo tocando un lago, una piedra o un árbol cubierto de líquenes y pidiéndoles que nos revelen sus secretos para hacernos uno con esta tierra... Y si cierro los ojos puedo ver a las Rere falls, imponentes, allí en el mismo lugar donde las dejé.

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